Qué fin de semana difícil este que hoy termina...sí, difícil, raro, extraño, tiene sabor a final, a despedida, a última jornada, aunque todavía falte más de un mes. Es que ayer nos enteramos los usuarios de un sitio de la web al que pertenecemos, que éste se cerrará el 13 de julio. Antes hubo comentarios, especulaciones y hasta reclamos por el tema, pero no lo sabíamos con certeza...en el fondo guardábamos una esperanza, ayer no, ayer tuvimos la confirmación y hoy todos estamos como si fuéramos una ciudad que debe ser evacuada y para siempre.
Me recuerda a una población de mi país, que desapareció debajo de un río porque se construyó una represa y el río debía entonces pasar por allí. A los habitantes se les indemnizó como correspondía cada una de sus propiedades, se les construyó una nueva ciudad, quizás hasta más linda y por supuesto moderna que la anterior... pero no, nada es igual, porque esas casas relucientes no guardaban las manchas de las manos de los niños en las paredes, porque esos jardines no habían sido usados por lo antiguos niños jugando a la pelota, porque esos árboles aún eran pequeños y aquellos...aquellos eran tan altos y frondosos que el susurro al pasar del viento era uno más de ellos. No, no era lo mismo, nunca fue lo mismo, sus habitantes aún hoy pasados ya casi cuarenta años de esa "mudanza" añoran su antigua ciudad que duerme bajo las aguas de un río.
Las distancias con esta comparación son inmensas, hay que dejar a salvo esto, pero de alguna manera y en pequeño, uno piensa que se puede dar cuenta aunque sea en una milésima parte cómo se sintieron aquellos antiguos habitantes de esa población desalojada.
Los lugares sean físicos o virtuales, guardan nuestras vivencias, pedazos de nuestras vidas, retazos de nuestras historias. Cuando un sitio es meramente un lugar geográfico o virtual con todo lo que debe tener para serlo, pero sus habitantes o usuarios viven cada uno encerrado en su propia vivienda, box o blog, entonces se trata sólo de pequeños espacios habitados cada uno por una persona que nada tiene que ver con el que está a su lado; ahora bien, si en ese devenir cotidiano el ser humano en su ancestral necesidad gregaria se va interrelacionando con los otros, con sus vecinos o con los que están un poquito más lejos aún, y si esa gente al relacionarse se nutre una de la otra, se acompañan recíprocamente, se retroalimentan, con vecindad primero, con compañerismo después y finalmente tejen lazos de amistad, entonces ya estamos frente a una comunidad.
No importan los motivos para los que cada uno se acercó allí, no importan sus diferencias de raza, credo o ideología, es más casi que no importan sus individualidades, importa que guardan vivencias comunes de esa convivencia humana, de esa comunidad, de ese compartir momentos de vida, que son únicos, porque cada momento lo es para quien lo ha vivido y si lo vivió en compañía será un momento de todos los que lo compartieron, porque el ser humano cuando se sumerge en esa vorágine que forma parte de su esencia, ser social, ese hombre o mujer y sus vecinos, compañeros o amigos, simple e infinitamente... se han transmitido mutuamente... humanidad...
Esa transferencia de humanidad deja marcas, huellas, a veces cicatrices pero al fin y al cabo todos rastros de esos otros que compartieron con nosotros ese lapso, ese período de nuestra historia y como todo en la vida acaba, esto también lo hace, aunque es preferible que este final sobrevenga simplemente, como el fluir de la lluvia fina de otoño, que sin rayos ni truenos poco a poco todo se transforme, de ese modo el ser humano involucrado se inserta lentamente en la nueva realidad y al fin del tiempo recién se sorprende cómo le ha cambiado la vida.
Pero déjenme decirles que los cambios abruptos e impuestos despóticamente y sin participación de los involucrados provocan desaliento, desazón, angustia, desasosiego y todo eso... el ser humano nunca dejará de atribuírselo a los hacedores del cambio brutal. Esto es lo que nos está sucediendo ahora a la mayoría de los que participábamos de Yahoo 360.
Melan